Sergio Cufre, el “Chori” de Ituzaingó

“Soy hincha de Ituzaingó, esa en mi vida. Llore, sufrí y también dejé a mi familia por ir a ver a Ituzaingó, hasta con 40° de fiebre iba a la cancha. El Atlético Ituzaingó es todo en mi vida” nos cuenta Sergio Javier Cufre, el “Chori” como le dicen en el club.

Cufre nació el 9 de marzo de 1964 en Capital Federal, precisamente en el Hospital Álvarez de Flores, pero sus primeros 9 años los vivió en el barrio de Mataderos en el monoblock N° 31, frente a la cancha de Nueva Chicago, y fue a la escuela N° 11 Emilio Von Behring.

Luego, por razones laborales trajeron a sus padres, José y Rita a Ramos Mejía, y al poco tiempo mediante algunos ahorros, compraron una casa en Ituzaingó, donde se radicó la familia en el año 1974, y la primaria la terminó en la escuela N° 10 General San Martin, de Ramos Mejía.

Creció en el Barrio Unión y Progreso, el barrio de toda su vida, tal cual dice la bandera que cuelga en cada partido del “Verde”. A sus 10 años un amigo lo “bautizó” como “Morcilla” (por su color de piel), pero como era algo gordo, alguien le dijo: “que morcilla?, parecés un chorizo”, apelativo que aún hoy le perdura.

No hizo la secundaria, ya que a sus 12 años ya trabajaba en un reparto de almacén en su querido Ituzaingó.

Su primera vez en Acosta y Pacheco, con apenas unos meses de radicado en Ituzaingó, fue cuando un sábado estaban jugando a la pelota junto a un grupo de amigos, en un potrero del barrio (hoy es una escuela de futbol manejada por el “Piojo” Javier Páez), pero como comenzó a llover decidieron ir a la cancha de Ituzaingó, fue sin permiso de sus padres, y llegaron a la cancha caminando.

Pero menudo partido les tocó, nada más ni nada menos que el clásico entre Ituzaingó y Midland, clásico que ganó el “Verde” (como siempre) por 1 a 0. 

La primera vez no le gustó demasiado, pensando que un tiempo antes había ido con su padre a ver un River-San Lorenzo y la comparación con ojos de chico, no fue del todo buena, solo diferente, y para colmo de males, el ambiente entre las hinchadas fue algo caliente.

Durante ese torneo no fue más a la cancha, prefería ir a jugar a la pelota con sus amigos, pero igualmente, el año siguiente fue varias veces a ver al “León”.

Ya en el año 1975 iba un poco más. En un par de ocasiones se fue hasta probarse como jugador, pero en un partido enfrentando a la cuarta, le tocó marcar a un jugador muy veloz y lo levanto por el aire, lo reprendieron y se fue en el acto. Por etapas volvió a entrenar cuando tenía ganas, pero su lugar estaba en las tribunas alentando al “Verde”. 

Luego nos relata que “a los 15 años (1979) se hizo muy hincha de Ituzaingó, y ya en 1980 iba a todas las canchas con la barra. Fue así que en 1981 se hizo cargo de la tribuna, y eso fue por salir ganador de una pelea que tuvo a golpes de puño al finalizar un partido frente a Liniers, en la propia cancha de Ituzaingó, con la persona que la comandaba hasta ese entonces”.

Y agregó “esa encarnizada pelea finalizó cuando los separó el tío del “Chacho” Rodríguez, por ese entonces encargado de la cancha y además era gendarme, así que quedó como jefe y ahí comenzó mi historia como tal”.

Era muy joven y como dice el tango “locuras juveniles, la falta de consejo”, los excesos y la mala junta, hicieron que comenzara a robar, y como sabía que podía caer preso en cualquier momento, “preparó a otra persona para que en ese caso, pudiera manejar la barra y cuidar a los hinchas más chicos”.

Finalmente en agosto de 1982, a los 18 años cayó preso y con mucho dolor no pudo presenciar el ascenso de Ituzaingó de ese año.

Al salir de la cárcel, ya con su condena cumplida de 2 años y 2 meses, el 14 de abril de 1984 en Olmos (La Plata) unidad N° 9 recientemente inaugurada, quiso volver a la cancha en un partido contra Barracas de local, pero su hermana no se lo permitió (sus padres estaban fallecidos), pero si pudo volver al partido siguiente frente a San Telmo, en la isla Maciel.

Fue con la clavícula rota en un partido jugado en el CENARD, con la selección de la unidad 9, “ahí volví a tomar el comando de la barra con el apoyo de todos sus integrantes, y quedé totalmente al mando”.

En el año 1986 conoció a su mujer, se juntó, al año siguiente se casó legalmente, y en 1987 nació su hija.

Sentó cabeza y la peleó como pudo, su vida fue solo de trabajo y trabajo, otra no había, y no quería volver a caer preso, había que darle para adelante, otra no le quedaba.

Durante 5 años (del ‘91 al ‘96) trabajó en el municipio de Morón, era empleado efectivo, trabajando como inspector General en Villa Tesei, y le fue bastante bien.

Durante esa etapa pudo terminar su casa. Además nos relató que “jamás pude ingresar al municipio de Ituzaingó, me sentía discriminado, ya que colaboré para ellos, y jamás cobré un centavo”.

Luego tuvo una pizzería en su casa durante 15 años, más tarde fue dueño de una parrilla, junto a 3 socios en la barrera 80, donde después se quedó con el 50 por ciento del negocio, que lo mantuvo durante 5 años.

Según cuenta, el ascenso y los viajes al interior fue lo más lindo que le pasó en la vida, era lo que más quería, lo que más amaba en la vida era ir a ver a Ituzaingó en el Nacional, verlo jugar en Córdoba en el Chateau Carreras, verlo en San Martin de Tucumán, en Racing de Córdoba, Instituto, Chaco, la cancha de Colón, cuando aún era de madera, donde el “Verde” jugó su primer partido, lugares donde pasó muy gratos momentos.

Era todo muy lindo, hermoso ir a ver a Ituzaingó, el club de su barrio, el club del que es hincha, que ama. Esos viajes al interior los planificaban con tiempo, los ayudaba “Don Iván” (dueño de un emblemático bar de Ituzaingó muy reconocido en el barrio, este hombre a veces compraba los talonarios de rifas completos), hacían rifas, el club cada tanto ayudaba un poco, el resto lo ponían ellos. Para él fue una etapa muy linda, hermosa, jamás algún problema con las hinchadas locales en el interior, y viajaban siempre entre 8 ó 10 personas.  Si se presentó algún entrevero en la Provincia de Buenos Aires.

En el año 2000, tuvo algunas desavenencias con distintas personas que vieron el “poder” que tenía, aprovecharon de su distanciamiento con algunos políticos e hicieron que un grupo de integrantes de la barra le dieran la espalda y lograron que se bajara.

Pero en el año 2004 lo volvieron a convocar, el presidente le pidió que volviera, ya que tenía algunos inconvenientes con la tribuna, entonces retomó y continuó su liderazgo hasta el año 2016.

Pero luego del fallecimiento de una persona en un partido cuando fueron a recibir al equipo de Midland, la policía comenzó a hostigarlos, y no se sintió cómodo con eso. En los videos se notaba claramente que ellos no tuvieron nada que ver, pero quedaron marcados, y se sintió perseguido. Un día que fue con su hijo a la cancha, se sintió como que estaba en un lugar que no era más de él, tuvo una premonición, como que lo iban a lastimar o a apuñalar.

Ahí se bajó del para avalanchas, le dijo a su hijo que se iba, que se sentía perseguido, y luego dejó de ir a la cancha por varios partidos, hasta que decidió bajarse definitivamente.

En el año 2016 se hizo socio de River Plate con su hija Rita y empezó a ver a este club en la Copa Libertadores, pero a Ituzaingó lo iba a ver igual, al “Verde” nunca lo iba a dejar, eso es claro, dejó la barra, pero a la cancha del “León” nunca la iba a dejar, y siguió yendo a la cancha hasta el 2020 cuando cayó preso por segunda vez, ya que para él Ituzaingó es su vida.

Luego nos relata que “durante la pandemia perdió el trabajo en la estación, que se drogaba mucho y estaba con algunos problemas económicos que lo acuciaban, en un momento me ofrecieron pasar droga y acepté. Hacía un pequeño pase con los amigos que consumían y ya sin poder, me hicieron una cama algunas personas que lo querían ver preso”.

Es así que cayó preso por segunda vez el 7 de agosto de 2020, salió el 12 de abril de 2024, estuvo detenido en Magdalena y en la unidad N° 10 de Melchor Romero.

También relata que en todos estos años de seguir a Ituzaingó por todas las canchas, el mejor equipo que vio es el que ascendió al Nacional, tenía garra, huevos, corazón y alma, eran ganadores. “Los dirigentes no querían ascender, hoy dicen que sí, pero no querían ascender. Ese fue el mejor equipo que yo vi”.

El mejor jugador de la historia para él de todos los que vio, fue Aldo Rene Bazán, el jugador distinto, el más importante que tuvo el Atlético Ituzaingó, entre muchos buenos jugadores que hubo, él lo elige a Aldo.

La derrota que más le dolió en la vida fue la final perdida ante Merlo, en San Miguel en 1999, se quedó llorando, se aferró al alambrado y no lo podían arrancar de ahí, no se quería ir del estadio, estaba demasiado triste, lloraba y lloraba. Le cayó muy mal esa derrota. El partido que había que ganar, no se ganó y eso fue lo que más le dolió. Fue el que más sufrió y el que más lloró.

Siempre tuvo una excelente relación con todos los presidentes del club, pero “con quien mejor la tuve fue con Gregorio ‘Goyo’ Núñez, fue quien más nos ayudó a nivel barra, le pedía y te daba. Fue el primer presidente que nos dio un juego de camisetas cuando fui a verlo a la oficina de la empresa que tenía en Ramos Mejía”.

José Luis “Cacho” García es uno de los mejores presidentes que tuvo Ituzaingó, cordial, amable, excelente persona, nunca quiso ser más que lo que era, solo el presidente, siempre colaborando en todo.

Nos recuerda que “un día estaba pintando una tribuna con pintura pagada por él y apareció ‘Cacho’ y le preguntó qué te falta ‘Chori’?, un tarro de pintura le respondió, al poco rato nos trajo la pintura”.

El “Chori” está separado desde hace 7 años y vive con una de sus hijas, que va y viene, está un poco con él y otro poco con la madre, vive en el barrio Ferroviario, a un puñado de cuadras de donde se crió. Tiene tres hijos llamados Javier, Milagros Ayelen y Rita Alejandra, 2 nietos Eliazer de 7 y Alahi de 12 años.

Sufre una diabetes que le complica la salud, ya que tiene continuas infecciones en las piernas y problemas con la vista, además de ir perdiendo la visión paulatinamente.  

“Estoy tranquilo y laburando, y gracias a Dios en lo que a mi gusta, que es la calle, trabajando con los choripanes, está feliz, está contento, Dios me ayuda, estoy con Dios de verdad, nunca más la droga, nunca más nada que afecte contra los principios que Dios manda, yo hoy estoy con Dios, no soy predicador ni  voy a ir a predicarle nada a nadie, solo sé que Dios me ayudó estando allá ‘adentro’, entonces le prometí que nunca más, todos los días de mi vida me ofrecen, todos los días, y yo digo que no, porque prometí algo, no a ningún ser humano, si no al ser más poderoso que hay, que es Dios”, nos finaliza señalando el “Chori” Cufre.

JUAN ÁNGEL MIGUEL.

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